La animación tradicional fue posible gracias a un proceso de simplificación y ajuste a un esquema de producción industrial. La clave del asunto era consiguir que muchos dibujantes diferentes renunciaran a sus estilos propios para dibujar de tal forma que llegara a ser indistinguible -o casi- la mano de cada uno de ellos en los sucesivos fotogramas de una película. El dibujo debía ser, pues, lo menos complicado posible y sintético, reduciéndose a los contornos y las líneas imprescindibles para la correcta interpretación de las imágenes. El color de todos los elementos móviles de la imagen tenía que ser "plano", es decir, sin matices, ni texturas, ni ninguna otra característica que dificultara el proceso de repetición. Con esa técnica se consiguieron resultados brillantes y se hicieron obras maestras. La fórmula consistía en sacrificar los valores plásticos de la imagen -dibujada y pintada- para conseguir la naturalidad -e incluso la espectacularidad- en el movimiento. Estos principios siguen siendo válidos para las producciones estándar de dibujos animados, e incluso, con ligeras variantes, para las de animación por modelado en 3D.
Como tantas veces acontece con este tipo de condicionantes asociados a procesos de creación, pueden acabar convirtiendo en "canon" lo que en inicio eran sólo soluciones coyunturales.
Y otra convicción desafortunada es la que confunde lenguaje con género. El Cine es lenguaje. Como la Literatura. Y al igual que tan Literatura es la narrativa, como la poesía, como el teatro, como el ensayo... el Cine no es -no tiene que ser, no puede ser- sólo narrativo. Que una opción sea mayoritariamente aceptada no quiere decir que sea la única válida. Pretender que el cine se ajuste exclusivamente a patrones narrativos evidencia esa confusión entre lenguaje y género y lo limita arbitrariamente.
Como creador, después de experiencias "estándar" en las que estos condicionantes eran obvios, tenía la necesidad de hacer una propuesta que negase ambos. A nivel visual, recuperar todas las posibilidades expresivas de la imagen (color, matices, texturas, rasgo, pincelada...), aunque fuese renunciando a la espectacularidad del movimiento (aún no tenemos medios técnicos que nos eviten esa renuncia, pero no tardarán en llegar). Y a nivel de contenido, elaborar un discurso de carácter poético, centrado en transmitirle al espectador sensaciones y emociones. Para ahondar en ese carácter no narrativo, resolví eliminar los diálogos. Y para eso precisaba la complicidad de la música más allá del habitual. Nani García estuvo siempre dispuesto a compartir este viaje y compuso una partitura sinfónica que no deja de removerme por mucho que la escucho.