Guillermo del Toro me llamó tarde una noche. No nos conocíamos personalmente, nos expresamos nuestra mutua admiración (yo había visto Kronos y me había encantado) y él me comentó que tenía una amiga escritora a la que le gustaría que yo hiciese un cómic para incluirlo en su segunda novela. De la primera se había hecho una película: Como agua para chocolate. La escritora se llamaba Laura Esquivel. Yo también había visto esa película y leído la novela, y me habían gustado mucho, pero le expresé a Guillermo mis dificultades para trabajar con historias ajenas. Él me dijo que, una vez establecido el contacto, sería mejor que ella hablase conmigo y me explicase el proyecto. Así fue, y Laura insistió en explicármelo a fondo en directo: me invitó a Méjico para que pudiese "entender" lo que deberíamos contar en esa historieta. Le bastó la primera comida que hicimos juntos para convencerme. Mi estancia en Méjico, acompañado por ella y por Víctor, su asistente en aquellos tiempos, fue inolvidable. Un año después, con el trabajo casi acabado, Laura vino a A Coruña para darle los últimos retoques al libro. Hicimos algunas presentaciones juntos y después no nos hemos vuelto a ver. La novela se tituló La Ley del Amor e incluye un cómic en seis capítulos de ocho páginas en el que narro en imágenes, sin textos, una parte de la historia.
Laura me hizo dibujar algo que nunca hubiese representado por propia iniciativa y que me resistí cuanto pude a hacer: unos hombres muriendo empalados.