La Historia la acomoda siempre quien la cuenta a sus propios intereses.
Desde los tiempos más remotos tenemos constancia de la percepción por parte de los seres humanos de otros planos de realidad, de hechos maravillosos y de seres que escapaban a las leyes de la Naturaleza y, posteriormente, de la Ciencia.
De una manera u otra, todos esos elementos pertenecen al mundo de la Magia, del que encontramos claras referencias en la mayoría de las creencias y religiones. Y los seres que pertenecen a ese mundo, indefectiblemente, aparecen agrupados en dos castas antagónicas: buenos y malos, ángeles y demonios, hadas y brujas...
Y el ser humano queda ahí, en medio, luchando con su propia naturaleza ambivalente. Al menos así lo contamos nosotros mismos, los humanos. Pero, en el fondo, desconocemos la versión de las otras partes... ¿Y si el papel de la humanidad en esta historia no hubiese sido el que ella misma ha contado? ¿Y si no ha sido tan inocente y pasivo como se pretende? ¿Qué sucedería si se llegase a descubrir que ese reparto de roles, con unos seres malignos tentando y corrompiendo a unos seres humanos inocentes, no es otra cosa que la versión interesada de la historia contada por los propios «culpables»?