Llevaba 7 años haciendo historieta, siempre con guiones propios (a excepción de la breve colaboración primeriza con Tino Fernández Maceiras en Los Compañeros de la Orden de la Piedra), y me cuestioné si ésta era una opción personal "pura " o si, tal vez, enmascaraba una incapacidad para contar con imágenes historias ajenas. Y decidí hacer la prueba.
Llevaba escuchando Tris, tras, tres, un programa inclasificable de la noche de la mítica Radio 3 de finales de los 80, obra de Carlos Faraco y Fernando Luna, desde mis tiempos de estudiante de arquitectura. Entre los contenidos de la emisión había unas microguindas, pequeñas historias, protagonizadas algunas de ellas por Manuel Montano, detective pintoresco, y su grupo de amigos y conocidos del mundo del hampa. Era jugar con ventaja, porque sin darme cuenta, a lo largo de todos aquellos años había ido construyendo en mi cabeza una versión del personaje y su mundo.
Una noche, a las tres de la madrugada, al finalizar el programa, llamó por teléfono y le propuse a Fernando Luna, Nano, convertir a Montano y sus colegas en personajes de un cómic. Fue una colaboración divertida y fluída. El resultado fue este libro y una amistad larga y entrañable.